A
menudo se identifica la obra de Marx y Engels con algunas de sus partes componentes;
unos dicen que es una visión filosófica, otros que es económica y unos más que
es histórica. Aunque sin duda estos son algunos de sus elementos esenciales,
sin embargo son apenas parte del todo. Lo que comúnmente llamamos marxismo es
el resultado de la asimilación de lo mejor que dieron prácticamente todas las
ciencias hasta la época en que vivieron Marx y Engels. El conocimiento
científico legado por la Humanidad
fue reunido bajo la visión crítica de estos grandes hombres, pero no como una
suma de ideas, sino siguiendo la lógica del desarrollo de las sociedades, de su
práctica social, de su pensamiento, así como la evolución de la Naturaleza.
El
incesante descubrimiento de las leyes que rigen su desarrollo, la mirada
retrospectiva de todo fenómeno para lograr una explicación más acertada del
presente y de sus tendencias futuras, la comprensión de su necesidad pero
también de su estancia temporal, todo ello está presente siempre en la obra de
Marx y Engels, por muy grande o muy pequeño que sea el objeto de estudio
considerado.
La
obra científica del marxismo nunca fue escolástica o separada de la
realidad. Antes al contrario, todo el tiempo estuvo fundida en la práctica social de su tiempo, y por ello fue que siempre
tuvo como eje principal el destino de la Humanidad. A este gran objetivo
estuvieron dedicados muchos años de estudio de la Economía de su tiempo, de
la Filosofía ,
con todas sus variantes; de la
Historia , de las ciencias naturales y de las sociales en
general, de las llamadas ciencias exactas, etc., pero también le dedicaron gran
parte de su vida a la activa y revolucionaria militancia social, política e
inclusive militar de su tiempo, con el objeto de extraer las lecciones para la
liberación de los hombres de la esclavitud asalariada. De todo esto brotó una
singular concepción del mundo, que no perpetuaba las relaciones de poder de las
clases dominantes, como hasta entonces ocurría con la gran mayoría de los
pensadores, sino que por el contrario, le daba sustento científico a la
inevitabilidad del cambio de la sociedad capitalista.
La honradez
intelectual de Marx siempre estuvo a prueba de toda duda. Consiente del momento
histórico que le tocó vivir y del legado de su tiempo, en una célebre carta
resumía el aporte principal de sus consideraciones históricas[1],
al referir que él no tenía el mérito de haber descubierto la lucha de clases
sino haber demostrado que la existencia de las clases sociales va unida a
determinadas fases históricas de la producción, que su lucha conduce
necesariamente a la victoria del proletariado y que esta victoria es el
preludio de la abolición de la explotación del hombre por el hombre y el tránsito
hacia una sociedad sin clases.
Las formas de
socialismo (que no todas) que sucumbieron a fines del Siglo XX parecían situar en la utopía
las predicciones de Marx y Engels, pero en realidad, a medida que conocemos más
estas experiencias, no hacen sino confirmar con mayor intensidad la justeza de
sus conclusiones y la enorme fuerza de su método.
Hoy, cuando el
capitalismo está por cumplir 500 años como modo de producción dominante y ha logrado
acumular un excedente de capital de enormes proporciones, la concepción del
mundo de Marx y Engels tiene plena vigencia y cobra mayor actualidad por el acentuamiento de las contradicciones
de clase, por la escala planetaria de su desarrollo, por la contención acusada y
cada vez más recurrente del despliegue de las fuerzas productivas y por la
creciente degradación social y moral de la humanidad que trae cada intento por
sostener o sustituir la hegemonía de la fracción dominante de la gran burguesía
mundial, agotando uno a uno los resortes que animan la extracción de plusvalía.
La gigantesca acumulación de capital
parasitario (calculado en 100 dólares por cada dólar que circula en el comercio
mundial de mercancías) que somete cada vez con mayor fuerza a su dinámica al
capital productivo, la velocidad de los flujos de capital a nivel mundial en
tiempo real, la excesiva concentración de la riqueza en unas pocas manos y el
aumento descomunal del ejército de desempleados; las crisis que por estas
razones son más acusadas y adquieren dimensiones planetarias en forma síncrona,
todos estos elementos sacuden con mayor fuerza los cimientos del sistema y dan
energía y vitalidad a los movimientos sociales que se levantan una y otra vez,
con el proletariado como la clase de mayor iniciativa revolucionaria, ganando
terreno todos ellos y confirmando las leyes de desarrollo que magistralmente
descubrieron Marx y Engels.
Noviembre de 2004
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